CAPITULO 4 JUVENTUD




CAPÍTULO 4:
JUVENTUD

Tras acabar sus estudios en Burdeos, Migue regresó por fin a Santander. A pesar de tener sólo 14 años en esa época, ya se le consideraba prácticamente un adulto que debía aprender una profesión y ganarse la vida. Además, era bastante alto para su edad y el haber estado sin su familia en un país extranjero le había hecho pensar y darse cuenta de que si quería triunfar en la vida tenía que trabajar duro.  Se incorporó de nuevo al trabajo en la tienda de sus padres, lo cual le resultó bastante sencillo, le pareció que nunca se hubiera ido de allí. Pero fue adquiriendo nuevas responsabilidades, como tener que ser quien abriese la tienda por las mañanas a primera hora o tenerse que quedar hasta tarde para recoger y dejar limpia la tienda para el día siguiente.

También de vez en cuando le tocaba ir con su padre de viaje para ir a visitar a los proveedores y conseguir buen material y buenos precios. Por lo menos dos veces al año tenían que ir a Tarragona. Eran viajes largos y muy cansados, pero a Migue le encantaban y, además, siempre convencía a su padre para acercarse a Barcelona y pasar alguna noche extra allí. Barcelona era una ciudad que le encantaba, decía que era mágica y allí podía ver a gente de todo el mundo. Aprovechaba para ir al cine o al teatro, pero también se fijaba en los escaparates y en cómo vestía la gente. Eso le servía para conocer las últimas tendencias en moda. Poco a poco, la tienda de sus padres se fue transformando y se fue viendo la influencia que esos viajes tenían en Migue. Les dijo a sus padres que tenían que reformar los escaparates para que se pudiesen mostrar todos los trajes, gabardinas, camisas… y además lo colocaba todo de un modo muy especial, que le daba un toque muy elegante.

Así es como la tienda fue evolucionando y todos esos cambios le gustaron a la gente que acostumbraba a comprar en la tienda. Los clientes estaban encantadas con las novedades que introducían y se notaba que las ventas iban en aumento.

Migue, además de trabajar mucho, también tenía tiempo para salir con sus amigos. Le encantaba salir a navegar, así que los fines de semana solía ir a regatear con un grupo de amigos. Era bastante competitivo y le gustaba participar en las diferentes competiciones que se organizaban. Él no tenía barco, pero no era problema, porque se le daba bastante bien navegar y siempre había alguna tripulación que contaba con él. Uno de sus sueños era tener su propio barco y estaba seguro de que un día lo tendría. Ya tenía pensado hasta el nombre que le iba a poner, lo iba a llamar MIZARU de Miguel Gonzalez Ruiz. Siguió conservando la pasión por navegar toda su vida y no solo tuvo un barco, sino que fueron varios pero a todos los puso el mismo nombre MIZARU I, MIZARU II….

Otra de las grandes aficiones de Migue era el fútbol. Y en esa época el Racing era el único equipo de la ciudad, porque el Real Santander, equipo rival del Racing, había desaparecido y sus socios y jugadores habían pasado a formar parte del Racing. Los fines de semana venían a jugar equipos como el Athletic Club de Bilbao, que tenía fichado a uno de los mejores jugadores de España. En 1917 el Real Racing Club de Santander pasó a formar parte de la Liga de la Federación Norte y muchos equipos importantes venían a jugar a los Campos de Sport del Sardinero. Fue una época muy buena para el Racing y para todos los aficionados al fútbol que había en la ciudad. Migue solía ir al fútbol con su padre siempre que tenía oportunidad. A pesar de ser muy joven, él y su padre iban a ver los partidos con un puro en el bolsillo, que se fumaban durante el partido, y mantuvo esta costumbre el resto de su vida.

La vida de Migue transcurrió como la de cualquier otro joven de la época, trabajando mucho y aprovechando cualquier momento de tiempo libre para disfrutar. Su juventud coincidió con la Primera Guerra Mundial, en la que España no participó, pero en 1917 comenzó una epidemia de gripe, que se conoció como la Gripe Española. Muchas personas murieron como consecuencia de esta enfermedad y en la familia de Migue también dejó huella.

Por la tienda pasaban muchas personas y la gripe se transmite con facilidad. Su madre, Manuela, era una mujer muy fuerte que nunca estaba enferma. Migue no recordaba haberla visto en la cama o con fiebre en toda su vida, pero un día estando en la tienda con su madre, Manuela comenzó a sentirse mal. Migue, al verle la cara y el mal aspecto que tenía, le dijo que se fuese para casa a descansar. De hecho, dejó a su hermana en la tienda sola a media mañana para poder acompañar a su madre a casa porque no la veía en condiciones de que pudiera ir sola. Una vez que vio que su madre se quedaba en la cama, fue a avisar al médico. Pero no fue fácil encontrar al Dr. Alciturri; la enfermera que estaba en la consulta le dijo que andaba muy ocupado porque mucha gente se había puesto enferma de repente. Así que tuvo que dejar aviso para que, cuando el médico pudiera, pasase por su casa a ver a su madre. Hasta las once de la noche de ese día el médico no acudió a su casa. Para cuando llegó, Manuela tenía 40 de fiebre y estaba tumbada en su cama delirando. Migue y su padre estaban en el salón muy nerviosos y sin saber qué hacer. Su hermana estaba en la habitación de su madre colocándole paños de agua fría en la frente y en los tobillos para tratar de que la fiebre no le afectara tanto. Pero, aparte de eso, no sabían qué más podían hacer. Estaban muy preocupados porque nunca habían visto a su madre en ese estado y viéndola tumbada en la cama parecía imposible que se pudiera recuperar y salir de esa enfermedad. Cuando el Dr. Alciturri llegó, se le veía agotado. Les contó que llevaba todo el día visitando a la gente y que en todas las casas a las que iba se encontraba casos como el de Manuela. En principio, los síntomas eran los de una gripe, pero normalmente la gripe no afectaba de ese modo a la gente de mediana edad. La gente cogía una gripe y podía encontrarse mal dos o tres días, una semana lo más, pero no les dejaba tumbados en la cama como ocurría ese año. Solo a los ancianos y a los niños pequeños solía afectarles la gripe de esa manera.

Migue tuvo mucho miedo de perder a su madre. Fue una semana horrible y se sentía fatal por ver a su madre en ese estado y no poder hacer nada. Después de una semana de horror por fin Manuela comenzó a mejorar, se podía incorporar y le empezó a sentar bien la comida. En esos pocos días parecía que su madre hubiese envejecido de repente y que tuviera 80 años. Fue un auténtico shock. Poco a poco su madre fue recuperándose pero tardó varias semanas en poderse incorporar al trabajo y en volver a recobrar su aspecto saludable.


Fue un año muy gris, no solo su madre había estado enferma. Todos los días pasaban por la tienda clientes, amigos o familiares que contaban los casos de gripe que tenían en sus casas. Y la gente tenía miedo de contagiarse, se protegían la boca y la nariz con pañuelos para salir a la calle y procuraban no dar la mano a nadie. Mucha gente cercana murió y se notaba la tristeza de la gente por perder a sus familiares. No había guerra en España, pero el ambiente no debía ser muy diferente al de una guerra. Por suerte, ni su padre ni sus hermanos ni Migue se contagiaron. Pero fue un año que recordaron siempre con tristeza.

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